EL NOMENCLÁTOR. Por Regina Díaz
Mi padre, natural de Córdoba, orfebre de profesión, no contaba con estudios superiores, pero fue un ávido lector y esta costumbre le aportó sabiduría. Sumó una biblioteca personal con un total de mil ochocientos cincuenta y dos libros, algunos de los cuales leyó varias veces. Era fácil establecer una comunicación con él de característica amena y refinada, sin rozar, ni de lejos, la pedantería.
Muchas tardes, tras finalizar mis tareas escolares o los sábados por la mañana, me sentaba junto a mi progenitor, frente a su biblioteca, y pasábamos las horas ojeando ejemplares de bella factura. Desde obras de joyería italiana, pasando por Julio Verne, Isabel Allende, Pío Baroja, Miguel Hernández, Dumas, entre otros. Cualquier género era de su agrado. Histórico, novela, religioso, político, artes gráficas, joyería, divulgativo, geográfico. Cualquier lectura le llamaba la atención.
Siempre me he preguntado por qué me enamoré de la geografía. Una materia que, durante la etapa primaria, no tiene muchos adeptos. Sin embargo, yo elegí geografía al llegar mi andadura universitaria. Con el tiempo he pensado, que el hecho de haber pasado tantas horas con mi padre entre libros y más libros y, sobre todo recordando que leíamos juntos aquel grueso tomo de tapas rojas que contiene la relación de nombres geográficos, unidades y núcleos de población municipales de España y sus características principales, tuvo mucho que ver con mi elección universitaria. El nomenclátor, fue mi Biblia. Lo abría al azar y comenzaba a leer. Llegó un momento en mi vida en el cual alternaba la lectura de Superpop con la lectura del nomenclátor.
Amo la geografía, pero ante todo, amo a mi padre y, en su ya larga ausencia, honro su memoria sentada frente a su biblioteca, leyendo el nomenclátor tal y como juntos solíamos hacer.
Dedicado con amor a Antonio, mi padre.
Comentarios (2)
Que bonito Regina, ese legado de tu padre es la herencia mejor que tu padre pudo dejarte. Cuanto amor hay en tus palabras.
Yo tuve también a mi padre amante de la cultura, siempre me regalaba cuentos desde antes de aprender a leer, me hizo amar la literatura y la gramática española. También tengo asociado su recuerdo al conocimiento.
Efectivamente mis letras están plagadas de amor en este texto.
¡Gracias Ana!